UNA
COMETA QUE VALE UNA ESPERANZA
Miré al
cielo. Era una hermosa mañana de primavera, ventosa, tal cual la veníamos
esperando.
Tomados
de la mano, presurosos, marchamos con aquella enorme cometa que habíamos
construido juntos. Rafael quiso que fuera grande. De ahí la necesidad de un día
como aquel para remontarla.
Tras
dos intentos fallidos, acortando un tiro, agregando cola, ascendió plácida,
majestuosa.
Él no
dejaba de mirarla extasiado. Yo, me recordé de niño en el reflejo de sus ojos
oscuros.
La
sorpresa fue grande cuando sentí su voz urgente.
-Papá. –Quiero recogerla. Hubo tal determinación en
sus palabras que regresamos de inmediato con ella a casa.
Nunca
nadie pudo sacarle prenda. Hoy está colgada en la habitación de sus hijos todavía
pequeños.
---.---
Presiento
que me ha llegado la hora. Márgaret de un lado, Rafael del otro toman mis
manos. Primero una presión de sus dedos, un aliento cerca de mi oído y su voz
grave, tenue.
-Papá,
te acordás del día de la cometa.
Quiero
creer que ha visto el movimiento de mis ojos en los párpados cerrados.
-Yo vi
al abuelo besarla allá en lo alto, ese día.
-Puedes
dejarte ir tranquilo. -¿Acaso me sientes llorar?
-No tienes que tener ningún temor. Él te aguarda.
Liber Constenla
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