martes, 5 de junio de 2012


                UNA COMETA QUE VALE UNA ESPERANZA

                Miré al cielo. Era una hermosa mañana de primavera, ventosa, tal cual la veníamos esperando.
                Tomados de la mano, presurosos, marchamos con aquella enorme cometa que habíamos construido juntos. Rafael quiso que fuera grande. De ahí la necesidad de un día como aquel para remontarla.
                Tras dos intentos fallidos, acortando un tiro, agregando cola, ascendió plácida, majestuosa.
                Él no dejaba de mirarla extasiado. Yo, me recordé de niño en el reflejo de sus ojos oscuros.
                La sorpresa fue grande cuando sentí su voz  urgente.
                -Papá.  –Quiero recogerla. Hubo tal determinación en sus palabras que regresamos de inmediato con ella a casa.
                Nunca nadie pudo sacarle prenda. Hoy está colgada en la habitación de sus hijos todavía pequeños.
                                                                                    ---.---
                Presiento que me ha llegado la hora. Márgaret de un lado, Rafael del otro toman mis manos. Primero una presión de sus dedos, un aliento cerca de mi oído y su voz grave, tenue.
                -Papá, te acordás del día de la cometa.
                Quiero creer que ha visto el movimiento de mis ojos en los párpados cerrados.
                -Yo vi al abuelo besarla allá en lo alto, ese día.
                -Puedes dejarte ir tranquilo. -¿Acaso me sientes llorar?
-No tienes que tener ningún temor. Él te aguarda.

                                                                                                                       Liber Constenla

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